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Las autoridades deben actuar ante este delito que daña el patrimonio y tranquilidad de las familias: Fernando Manzanilla

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Desde ya hace algún tiempo se han escuchado voces que se levantan en la sociedad para manifestar su inconformidad porque cada día sea más frecuente en la ciudad de Puebla el robo de autopartes, e incluso de vehículos, delitos que afectan gravemente la economía y tranquilidad de las familias que habitan la capital del estado, pero también de sus visitantes.

Este problema no sólo se genera en las colonias de la periferia, sino además sucede en las avenidas más importantes de la ciudad y hasta en pleno Centro Histórico. Precisamente, hace unos días, los medios de comunicación dieron cuenta sobre la sorpresa que se llevaron varios comensales de un restaurante de comida japonesa ubicado en la colonia Las Ánimas, los cuales al salir del establecimiento encontraron sus vehículos cristaleados, con robo de autopartes y algunos sin llantas; esto sucedió con autos que incluso habían sido puesto bajo el cuidado del servicio de valet parking.

La propia encargada de la Seguridad Pública en el municipio, María del Consuelo Cruz Galindo, declaró hace algunos meses ante los medios de comunicación que las zonas de Volcanes, Barrio de Santiago, Zavaleta y Centro Histórico, son los lugares de la ciudad con mayor incidencia del delito de robo de autopartes.

Esto coincide con que hace algunos días el propio presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Puebla, Ignacio Alarcón Rodríguez, haya hecho un llamado a las autoridades locales respecto a este delito que, dijo, es reportado en corredores comerciales con una incidencia de al menos tres ocasiones a la semana.

Sin embargo, no es el único delito de este tipo por el que adolece la ciudad y la propia entidad. De acuerdo con el registro de la Fiscalía General del Estado, Puebla ocupa el tercer lugar nacional en robo de vehículos, ya que de enero a noviembre del año pasado se contabilizaron 7 mil 62 casos, de los cuales tan sólo 2 mil 490 se reportaron en la capital poblana.

Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, el robo de autopartes no es denunciado por los afectados, ya que a pesar de que las penas en el Código Penal del Estado van de los seis a los doce años de prisión y multa de quinientas a dos mil Unidades de Medida y Actualización (UMA); el proceso para presentar una querella suele ser engorroso.

En ese sentido es que los dueños de los vehículos prefieren asumir el costo de lo sustraído y acudir a la “46 poniente” “La Cuchilla” para adquirir una autoparte usada, muchas de las cuales, se sabe, son precisamente robadas. Es así como se genera un círculo vicioso que ha redituado en que estas actividades delictivas -tanto el robo de autopartes, como su comercialización- sigan teniendo gran incidencia en la ciudad.

Muy a pesar de esta dinámica, lo cierto es que este delito pone en jaque la tranquilidad de las familias poblanas, quienes no saben si tan solo en unos minutos que usan para entrar a un comercio, al banco o realizar un trámite, van a ser víctimas de la delincuencia a través de la sustracción de alguna pieza para sus vehículos.

Lo más sorprendente es saber que este delito tiene una de las tasas más altas en el Centro Histórico, lugar que no sólo se supone debería estar más vigilado, sino en el que incluso fue implementado el servicio de “parquímetro”, cuyo costo prometió grandes ventajas para los automovilistas y usuarios de la vía pública, sin que estos se hayan materializado.

Ante esta situación se vuelve urgente la implementación de mejores estrategias de prevención de delitos y de la actuación sobre ellos. Debe existir una mejor coordinación interinstitucional e intergubernamental, además de que se deben invertir mayores recursos de manera estratégica y, sobre todo, trabajar en que la respuesta de los cuerpos de auxilio, como es el 911, verdaderamente sea inmediata.

No perdamos de vista que la ciudadanía ya está cansada de que estos delitos sigan pasando e incluso aumenten su incidencia, pues ello podría derivar en importantes focos rojos, sobre todo porque más allá de dañar el patrimonio, roban la tranquilidad de las familias.

-Con información de la columna de Fernando Manzanilla para e-consulta-

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